Lo que comenzó en 2009 de la mano de Bitcoin, hoy en día ya está integrado en nuestras sociedades y ha conseguido cambiar múltiples paradigmas sociales y económicos. Desde permitirles a las personas de a pie pagar por productos simples como café o comida rápida, sin necesidad de recurrir a billetes o de abrir la app de la cuenta bancaria, hasta lograr que las clases medias puedan tener ahorros capaces de revalorizarse, las criptomonedas han traído una verdadera revolución tecnológica a la forma de percibir e interactuar con las finanzas. En el proceso han conquistado a cientos de miles de usuarios tanto en países que no figuran en puestos altos dentro del índice de libertad económica –gracias a las cripto, muchas personas que emigran de estos países pueden ayudar a sus familiares de una manera rápida y accesible-, como en territorios mucho más adeptos al comercio sin excesivas trabas burocráticas. De acuerdo a métricas publicadas por Chainalysis en septiembre de 2023, Estados Unidos figura entre los primeros cinco países con mayor adopción de criptomonedas. Sólo en el gigante norteamericano ya se han instalado casi 30.000 cajeros automáticos cripto.
Envíos de remesas internacionales, un crowdfunding más eficaz, soluciones en materia de identidad digital… Blockchain y las cripto han impactado en múltiples campos significativos, siendo uno de ellos particularmente interesante: el de la filantropía. Hemos traído el tema a colación ya que nos parece que rara vez se toca en debates o portales informativos. La transparencia destaca como una de las características fundamentales de Blockchain, pues esta tecnología implica la inmutable concatenación de bloques de información. Una vez que se agrega un nuevo bloque, es casi imposible alterar data sin modificar los bloques que fueron agregados previamente. Esto también ha dejado marca en la forma de entregar donaciones. Por medio de Blockchain es posible rastrear y verificar donaciones en tiempo real, lo que por supuesto aumenta la confianza de los donantes.
Tan solo imagina que eres una persona con incontables recursos y, tras un desastre natural de épicas proporciones, decides ayudar a las víctimas. ¿Qué tanta fe perderías en la humanidad si saliese a la luz que gran parte de los fondos nunca llegaron a los más necesitados? Querido lector, a lo mejor vives en un entorno muy seguro y te interesa poco o nada lo que ocurre fuera de él, pero déjame decirte que estas cosas pasan… La corrupción es universal e inherente al ser humano; de hecho, introdujimos el ejemplo de los desastres naturales por una lamentable razón. ¿Te suena el huracán Katrina de 2005? ¿O el terremoto en Haití de 2010? En ambas ocasiones hubo informes de múltiples sitios web falsos, llamadas fraudulentas y dinero que nunca llegó a quienes desesperadamente lo necesitaban. Es más, no es necesario irse tan atrás, ya que lo mismo ocurrió durante los incendios forestales de Australia en 2019-2020 e incluso durante la pandemia del COVID-19. Gracias a Blockchain es posible reducir el riesgo de estafas al mínimo, eliminando intermediarios y logrando que una proporción muy alta del dinero vaya directamente al afectado o a la organización benéfica, pues se reducen las altas tarifas y comisiones vinculadas a los métodos tradicionales para realizar donaciones.
“Lo que haces marca la diferencia, y tienes que decidir qué tipo de diferencia quieres hacer”.
-Jane Goodall.
A muchos les parecerá difícil de creer, pero hubo sociedades que, aun viviendo en un notable nivel de pobreza, comprendían mejor un principio que parece haberse perdido en la actualidad: que sólo es posible entender realmente el significado de justicia e injusticia, internalizando al pie de la letra lo que es el derecho natural. Sin derecho natural no existe justicia, lo que se traduce, básicamente, en que el ser humano es dueño tanto de sí mismo como de la expresión de sí mismo dentro de un ámbito material… Acá está incluida la caridad. En las civilizaciones antiguas, como por ejemplo en la Inglaterra de los pueblos germánicos –previo a la conquista normanda-, las donaciones iban directamente a las personas necesitadas dentro de una comunidad. Si alguien osaba quedarse con dinero ajeno, tribunales privados buscaban que el agresor realizara una compensación económica a la parte afectada. Con el paso de los años fueron surgiendo las organizaciones benéficas como entes más institucionalizados, hasta que incluso este concepto se vio atado a múltiples requisitos estatales e imposiciones, de manera que, no, no sólo es el ciudadano de a pie el único capaz de poner palos en la rueda para impedir que las personas desfavorecidas reciban ayuda.
Blockchain y las cripto llegaron para simplificar cientos de procedimientos. Antes era mucho más complicado que personas de distintas partes del mundo pudieran involucrarse en causas benéficas, debido principalmente a barreras financieras internacionales. Es hasta paradójico, pues este tipo de estas barreras son introducidas con la intención de lograr procesos más transparentes, sólidos y justos, pero lo que acaban generando es precisamente lo contrario: esquemas ineficaces e idóneos para que las causas humanitarias no reciban la ayuda requerida. Por medio de Blockchain es posible captar una base de donantes muchísimo más grande y recibir dinero con una rapidez crucial en situaciones de emergencia. Poco o nada importa si desde ciertos países hay personas con recursos para ayudar y las posibilidades bancarias son limitadas. Si se cuenta con un buen capital en criptomonedas, lo único necesario es un teléfono celular o una computadora, y conexión a internet.
Con lo rápido que avanza la tecnología, ya han surgido organizaciones benéficas dedicadas a causas muy loables, dispuestas a aceptar donaciones a través de criptoactivos. “Save the Children”, por ejemplo, trabaja para mejorar la calidad de vida de las infancias a lo largo de todo el globo. Están presentes en más de 120 países y aceptan donaciones en Bitcoin, Ethereum, USDT, USDC, ADA, DOT y XML –entre otras cripto-, e incluso reciben donaciones vía NFTs. Otras organizaciones que aceptan criptomonedas son UNICEF –desde 2019-; “The Water Project”, quienes trabajan desde hace muchos años para que múltiples comunidades africanas tengan agua potable –ya en 2015 aceptaban bitcoins para su iniciativa “The Water Promise”-; “Fidelity Charitable”, una organización benéfica publica que, entre 2015 y 2019, recibió más de 100 millones de dólares en donaciones vía criptomonedas, y “BitGive”, una organización sin fines de lucro fundada en 2013, la cual acepta donaciones en bitcoins y se enfoca en mejorar la salud pública a escala internacional, desafíos de pobreza, hambre y vivienda, e incluso problemáticas en torno a la protección de hábitats y el medioambiente.
Es imprescindible que la filantropía goce de buena salud. Para ello tiene que haber transparencia y descentralización. En este contexto, Blockchain ha surgido en pro de dar un impulso verdaderamente transformador, pues la capacidad de romper barreras financieras internacionales ha logrado captar la atención de millones de personas, del mismo modo que la posibilidad de verificar y rastrear transacciones en tiempo real llegó para sumar confianza. En la búsqueda de una participación comunitaria eficiente y el fomento de la gobernabilidad descentralizada, nuestro equipo se planteó el desarrollo de una plataforma alimentada por el protocolo LOAD, con la que buscamos ofrecer beneficios ya expuestos en notas previas, como fees económicos y un amplio repertorio de criptomonedas para que compradores y vendedores puedan negociar libremente; también queremos impulsar la creación de nuevos mercados locales y globales, y, por supuesto, comunidades de usuarios que busquen aprovechar nuestra tecnología para dar un paso audaz hacia el futuro del altruismo financiero… ¿El nombre de la plataforma? Hamza.biz.