Hay cosas en la vida que, por mucho que sea posible aprender sobre ellas en un libro, tienen un impacto verdaderamente inédito cuando se viven en carne propia. En 2015 tenía un trabajo de oficina al que ingresé con mucho entusiasmo. La paga no era la gran cosa, pero mientras muchos amigos eran infelices en trabajos que no toleraban, yo podía hacer lo que tanto me gusta: crear contenido. No obstante, en julio de aquel año se registró una tasa de inflación superior al 50% mensual en mi país, lo que supuso el inicio de una tragedia mayúscula. Y no, no es que Venezuela estuviera bien antes de eso, en realidad veníamos mal desde hace mucho, pero, para poner las cosas en contexto, ¿Recuerdan el clásico de terror de 1999, ‘The Blair Witch Project’? Bueno, aquel mes de julio fue como la primera noche que los adolescentes pasan en el bosque. Fue tétrico, pero lo peor estaba por venir. Para que tengan una idea, tres años después, en julio de 2018 –hablo de 2018 porque en septiembre de ese año decidí emigrar del país. Después, en 2019, los datos fueron incluso peores-, llegamos a tener una inflación superior al 80.000 % interanual. Eso es lo que ocurre cuando nuestros queridos políticos se pelean con la ley de la gravedad. La inflación es siempre y en todo lugar, un fenómeno monetario.
Aquello fue algo que jamás había visto, es decir, había leído un poco sobre la hiperinflación de Alemania en la década de 1920 y sobre el caso de Argentina a finales de los 80, pero vivirlo es algo que, de alguna u otra forma, te acompañara por siempre. Los salarios se pulverizaron –miles de personas renunciaron para ganarse la vida de otras maneras legítimas, puesto que ya no tenía sentido invertir más de 8 horas de tu tiempo, a diario, en una oficina-, las deudas se derritieron como si de hielo en el desierto del Sahara se trátase, había billetes tirados a lo largo y ancho de calles enteras –nadie los quería, eran, literalmente, basura- y la prensa registró casos de jubilados que murieron por inanición –yo mismo vi a personas de la tercera edad llorando en los supermercados porque no podían comprar nada, pues los precios subían en cuestión de horas-. El gobierno no paraba de dar aumentos salariales por decreto e incluso llegaron a quitarle ceros a la moneda, pero, como los más entendidos en economía saben, estas medidas no sirven de nada. La única manera de parar la inflación es bajar el gasto público y dejando de emitir papel moneda.
Pero, ¿Por qué les cuento todo esto? ¿Es acaso mi intención dar lástima? En lo absoluto. Este es sólo el abreboca de un artículo en el que buscamos reflejar cómo las criptomonedas tienen el potencial de cambiar vidas. En marzo de 2017 conseguí un trabajo remoto en el que recibiría mis pagos en bitcoin, mientras que en julio de ese año conseguí otro –acabaría consiguiendo un tercero en noviembre-… No hubo vuelta atrás. Comencé a aprender todo lo que pude sobre Blockchain y criptomonedas, no sólo por el hecho de que, viviendo en semejante contexto, recibir dinero capaz de revalorizarse era una bendición, sino porque me encontré con un mundo de lo más apasionante. De la noche a la mañana pude ahorrar dinero y los gastos del hogar dejaron de ser un problema. Por supuesto, no vivía como un príncipe, pero podía cumplir con una rutina que en mi tierra natal pasó a ser un lujo: comer tres veces por día. Claro está que, en una situación tan desesperante, las cripto emergieron como un refugio para mucha gente en el país; de hecho, fue en aquel momento cuando Venezuela llegó a entrar en el TOP 5 de los países con mayor volumen de comercio en la fallecida LocalBitcoins.
Así pues, abróchate los cinturones, porque hoy aprenderás sobre gente que cambio su vida gracias a las cripto. Entenderás, desde una perspectiva muy humana, cómo estos activos digitales pueden ser el eje de auténticas historias transformadoras.
1. Mauricio Di Bartolomeo, cofundador de Ledn, empresa de préstamos en cripto establecida en Ontario, Canadá.
Mauricio es un venezolano que entró en contacto con las cripto en 2014. En aquel entonces fue convencido por su hermano menor, quien decidió empezar un negocio de minería en Venezuela. Mientras miles de personas comenzaban a vender sus propiedades y ponían en regla el papeleo para irse del país, Mauricio sintió curiosidad por el hecho de que el negocio de su hermano estaba creciendo. Al final decidió involucrarse en este mundo y, tras aprender de qué forma podía cambiar bitcoin por bolívares –la moneda local del país- utilizando un exchange, quedó perdidamente enamorado.
Así pues, Mauricio decidió seguir el ejemplo de su hermano y comenzar a minar. No obstante, entre los años 2015-2016, funcionarios del gobierno venezolano comenzaron a amenazar y a extorsionar a las personas que dentro de la ley se dedicaban a minar criptos. El panorama fue tan hostil que Mauricio decidió cerrar sus operaciones en Venezuela y trasladar sus equipos de minería a Canadá. Allí, al percatarse de que los bancos no consideran a Bitcoin como un activo, vio la oportunidad de lanzar el primer crédito respaldado en BTC. La situación comenzó a ser provechosa y en 2017 acabó fundando Ledn junto a su socio Adam Reeds. Para mediados de 2022, Ledn ya era una empresa valorada en más de 500.000 millones de dólares.
Actualmente Ledn ofrece cuentas de crecimiento, con las cuales es posible ganar intereses en activos como USDC, USDT, ETH y BTC; Notas Duales de Criptomonedas (NDCs de Ledn), que permiten ganar un alto interés a plazo fijo sobre BTC o USD; Intercambios simples entre BTC y USDC, entre otros servicios.
“Vi cómo se utilizaba BTC para protegerse de la inflación en un ambiente muy hostil y antagonista, en el que no se podían tener ni dólares. Consideramos que Bitcoin es el mejor activo del mundo”.
-Mauricio Di Bartolomeo.
2. Tommy y James, de Westchester, New York.
Para proteger su anonimato, ambos hermanos nunca han difundido sus apellidos a la prensa.
La vida de estos emprendedores de New York cambió de la noche a la mañana, cuando el 17 de abril de 2021 se despertaron con la noticia de que eran millonarios. ¿Cómo ocurrió esto? Resulta que ambos hermanos se dedicaban a filmar bodas, hasta que apareció la pandemia del COVID-19 y su negocio se vio fuertemente golpeado. En febrero de 2021, Tommy y James decidieron invertir 200 dólares cada uno en Shiba Inu.
La apuesta era poco arriesgada. Tommy, uno de los hermanos, contó en 2021 que, en caso de que Shiba Inu cayera a cero, la perdida no se traducía en una vida arruinada ni nada similar. Menos de dos meses después, tanto Tommy como su hermano se habían convertido en millonarios.
En un principio consiguieron que su madre y hermana invirtieran 100 dólares cada una, y, tras notar un aumento mayor al 300% en tan solo unos días, ambas volvieron a invertir la misma cantidad. Otros miembros de la familia también se mostraron interesados y todo el grupo acabó invirtiendo casi 8 mil dólares. Shiba Inu siguió subiendo y la inversión no tardó en superar los 100 mil dólares, luego los 700 mil y finalmente acabó rompiendo la barrera del millón. Al final, la familia amasó una ganancia de casi 9 millones de dólares.
“Pensé que, si bajaba a cero, estaba bien. Lo pensé como un boleto de lotería que no caducaba. El día que llegó al millón, mi madre y mi hermana no pensaron que fuera real”.
-Tommy, de Westchester.
3. Erik Finman, uno de los millonarios más jóvenes del mundo.
Todo comenzó cuando este jovencito de Idaho se vio atraído por una camiseta que alguien llevaba en una protesta, la cual tenía estampado un llamativo símbolo de una B. Allí se enteró por primera vez de lo que significaba Bitcoin. Tiempo después, Erik, con sólo 12 años, acudió a su hermano Scott para que lo ayudara a invertir en BTC unos dólares que le había regalado su abuela. Cuando inició este periplo, Bitcoin tenía un valor de 12 dólares por moneda. Él compró 100 bitcoins que, para el momento de redactar esta nota, equivalen a 4.287.300 USD.
Erik, quien en múltiples ocasiones ha declarado que la educación tradicional no era para él, hace muchos años hizo una apuesta con sus padres. El chico apostó que, si para la edad de 18 años estaba en posesión de 1 millón de dólares, entonces podría saltarse la universidad.
En 2014, Erik utilizó sus ganancias para iniciar una plataforma educativa llamada Botangle, la cual buscaba conectar a estudiantes con profesionales en distintos temas, como matemáticas, arte e idiomas, a través de videoconferencias. Tan solo pasó un año cuando un inversor se acercó a Erik y le pagó por los derechos sobre parte de la tecnología de Botangle… Con ese dinero Finman pudo comprar 300 bitcoins. Hoy en día, esa cantidad equivale a 12.870.00 USD.
Se calcula que hoy en día su patrimonio ronda los 10 millones de dólares.
“El avance de las criptomonedas es imparable. La gente seguirá invirtiendo y su conexión emocional con las divisas digitales aumentará”.
-Erik Finman.
4. Kristoffer Koch, de Noruega.
Algunas personas sostienen que la educación universitaria, a nivel global, está en detrimento. Profesionales en distintos campos han presentado informes detallados para sostener sus argumentos, mientras expresan que hoy en día hay formas mucho más prácticas de encontrar salidas laborales provechosas. Eso es un debate que quedará para otra ocasión, lo único verdaderamente cierto es que la educación universitaria cambiaría la vida de Kristoffer Koch.
En 2009, como parte de la realización de su tesis de grado sobre cifrado de Internet, Koch invirtió unos 27 dólares en 5.000 bitcoins. Una vez publicado su trabajo de grado, el chico siguió con su vida y olvidó aquella modesta inversión. Para 2013, la criptomoneda líder había aumentado de forma considerable y cada vez acaparaba más titulares en todo el mundo. Aquello hizo click en la cabeza del joven noruego y lo motivó a buscar la clave del sistema en el que había depositado los fondos. ¿Cuál fue su sorpresa? El dinero había alcanzado la cifra de 886.000 dólares.
De esta forma, Kristoffer vendió 4.000 de sus 5.000 bitcoins para comprar un departamento en Oslo. A pesar de que hoy en día esos 4.000 bitcoins tienen un valor de 171.440.000 USD, a Kris le quedaron unos 1.000 BTC, los cuales ya valen 42.860.000 USD. Con ese dinero restante, nuestro querido protagonista ha podido capitalizar ganancias hasta el día de hoy.
“Ni en mis mejores sueños habría imaginado que las cripto se dispararían así”.
-Kristoffer Koch.
5. Kane Ellis, de Australia.
En 2011, este chico de Australia –que había dejado la escuela secundaria y se dedicaba a trabajar en informática- aprendió a minar criptomonedas. Empezó configurando su computadora personal para realizar la tarea mientras él se encontraba en su trabajo principal. En aquel entonces, con la minería, Kane ganaba menos de 10 dólares al día –en una ocasión llegó a pagar una comida en McDonald’s utilizando 4 bitcoins, lo que en estos momentos equivale a 172.472 dólares-. Afortunadamente, Bitcoin comenzó a subir y sus ganancias le permitieron iniciar su propio negocio. Ellis, de poco más de 30 años, es dueño de CarSwap, un mercado en línea para compradores y vendedores de autos. A Kane le ha ido tan bien que a los 24 años pudo comprar el auto exótico de sus sueños, un Maserati MC Sportline.
“Conserva tus Bitcoins. No entres pensando que es una inversión a corto plazo, porque en realidad es una inversión a largo plazo. Dos, cinco, diez años”.
-Kane Ellis.
6. Lea Thompson, influencer.
Leah se enteró de las cripto cuando comenzó a visitar a un amigo en Seattle, y se percataba de que había un montón de computadoras y equipos instalados por todo el departamento. En 2017, motivada por ingresos que a su modo de ver eran limitados –se dedicaba a las ventas en la industria tecnológica-, decidió engancharse al mundo Blockchain y comenzó a aprender todo lo que podía. Leah consiguió un trabajo escribiendo para un blog que le pagaba en criptomonedas, y poco a poco comenzó a invertir entre 500 y 1000 dólares al mes en compras de Bitcoin y Ethereum. Finalmente pudo dejar su trabajo diario y dedicarse a tiempo completo a crear contenido educativo sobre criptomonedas en las redes sociales. Puedes encontrarla en X como Girl Gone Crypto.
“Me sentí mucho más segura al dejar mi trabajo diario para gastar mi energía de una manera que ahora me parece ilimitada”
-Leah Thompson.
Algunas personas han apostado por ciertos activos digitales y han tenido mucha suerte, pero, desde una visión general, es justo reconocer que la mera inversión en criptomonedas no garantiza el éxito. Detrás hay un montón de factores a tener en cuenta, como la visión a largo plazo del individuo, el nivel de eficiencia con que administra su capital, y, por supuesto, la perseverancia. No obstante, también es cierto que tener iniciativa es algo que no se debe subestimar ni menospreciar. Queda de parte nuestra educarnos lo suficiente para así identificar ocasiones en las que no conviene adoptar un enfoque de lo más conservador. Y hablando de iniciativa, no podíamos dejar pasar la oportunidad de hablarte sobre la culminación de arduos meses de trabajo. La versión beta de Hamza, el primer e-commerce descentralizado basado en un protocolo que lleva nuestra firma, ya está online. La plataforma es un verdadero ejemplo de lo que significa la Web 3.0 y de lo que tiene para ofrecer el protocolo LOAD: transacciones rápidas y bajas comisiones aprovechando L2 Optimism, brindar una oportunidad única de gobernanza DAO, y la presencia de múltiples criptoactivos para que compradores y vendedores puedan negociar con mucho ímpetu. Estamos emocionados de compartir esta revolucionaria plataforma con la comunidad y de allanar el camino hacia el futuro del e-commerce descentralizado.